sábado, 24 de octubre de 2015

Reflexión sobre "Las trampas del progreso" de William Ospina

REFLEXIÓN SOBRE LAS TRAMPAS DEL PROGRESO

Elaborado por: Yudi Natalia Bustamante Acevedo.

Durante nuestra existencia, nos hemos aclamado como un ser superior y administrador de todo lo que existe, nos hemos esforzado por lograr la perfección de la especie humana y, para ello nos hemos justificado en la teoría de la evolución. Sin embargo, en el orden natural, la evolución modifica y adapta los seres a otras condiciones, más no los convierte en seres superiores a otros.

En muchas concepciones de desarrollo, se rechaza en valor de los seres vivos reduciéndolos a un precio monetario e incluso, se ignoran por completo. Pero todos los procesos incluyendo los productivos, se desarrollan en un marco ecológico y un claro ejemplo, se observa en los sectores agropecuario y agroindustrial, los cuales comienzan con la disponibilidad de los recursos naturales; así la agricultura depende de la fertilidad y la regeneración de suelos, la disponibilidad de agua, pequeños organismos que ayudan en la obtención de los nutrientes para las plantas, entre otros servicios que ofrece la naturaleza.

El problema es que el hombre ha hecho del planeta su reino, es decir, que se ha aprovechado de la naturaleza convirtiéndose en la plaga más peligrosa y sigue convencido de que este, está diseñado para ofrecerle recursos de manera ilimitada para su felicidad, escudándose bajo las premisas de la razón, la ciencia, la técnica y la industria, pero ignora que las actividades que realiza son parte de un ciclo cerrado, por lo que cualquier acción de cada uno de los componentes del sistema afecta significativamente las relaciones, especialmente entre el ser humano y la naturaleza y, por consiguiente, el equilibrio de los procesos. Además, este no acepta que el control se le sale de las manos y que está condenado a ser destruido por su propio invento.

La ideología que la humanidad tiene sobre el progreso, es una ilusión bajo diferentes perspectivas que se conciben a través del paso de los años; así creemos que el mundo va avanzado cada vez más, pero lo que en realidad ocurre es un conjunto de constantes cambios y, por consiguiente hacemos cosas diferentes.

No es de negar que hasta la actualidad se han inventado y descubierto muchas cosas, que han cambiado bastante el mundo; pero cada idea ha sido acogida en la historia como la gran conquista que oprime ideas anteriores bajo la consigna de progreso y desarrollo. Sin embargo, continuamos con la falsa idea de que toda novedad supone un avance o, de que las cosas de hoy son mejores que las de ayer, pero todo tiene un ideal y por tanto establece su propio nivel de excelencia.

Cada uno de nosotros es un ser efímero, pero pasamos nuestra vida intentando cambiar el mundo y, no nos preocupamos por cambiar nosotros mismos. En definitiva vivimos en función de las cosas mundanas y hemos olvidado el arte de vivir. Sólo continuamos en una paradoja del tiempo, donde estamos poseídos por la enfermedad del rendimiento y de las máquinas que simplifican los procesos para obtener resultados rápidos. Ahora, es el tiempo donde nos comunicamos menos, aumentamos las ganancias, pero construimos relaciones vacías; es el tiempo en el que olvidamos compartir, decir te quiero, dar un abrazo, un beso o una palabra de aliento de una manera sincera, a las personas que queremos.

Finalmente, caemos en la monotonía de los quehaceres y, nos uniformizamos en una cultura internacional, olvidando la diversidad de nuestros pueblos y culturas, perdiendo así, el sentido de la vida misma, pero ¿acaso estamos involucionando? Aunque es muy complejo obtener una respuesta concreta, parece que el destino de la especie humana es perdurar en ese constante oleaje del avance y el retroceso.